jueves, 8 de abril de 2010

Cristales hechos con alas de mariposas.

Era una noche fría, nadie pensaba en qué estaría sucediendo ni que debería estar pasando por aquellas calles. Una noche fría más. Había decidido dar un paseo por la playa, y mojarme los pies con el agua.

Muchas son las historias que nos cuentan a diario en películas, televisión, noticias, quizá ésta sea una más, o quizá esta sea de verdad...

El caso es que yo me encontraba en medio que aquella noche espesamente melancólica, en esa que tus recuerdos parecen pasar uno a uno mostrándote aquello que echas de menos y aquello que querrías volver a tener. Entre las diapositivas de mi vida pude observar el rojo ardiente de la punta de un cigarro que se proyectaba en la lejanía de esa playa. Tímidamente me acerqué hacia aquella silueta. Era un hombre joven quizá veinte años, estaba sonriendo mientras observaba la silueta de la luna reflejada en el mar. En aquel momento tuve la mala suerte de tropezar y caer. Para cuando me quise dar cuenta, tenía a aquel hombre delante de mi. me sobresalté, y me cogió de un brazo. Empezó a hablar - No te asustes, confía en mi - seguido me pasó el brazo por los hombros y me hizo un gesto como que quería llevarme a algún lado. Nos acercamos a la orilla, sentí el frío del agua en los dedos de mi pie. Entonces él se adelantó, flotando sobre el agua y se giró hacia mi. Mantenía su sonrisa fija, como si nada o nadie pudiera cambiarle ese sentimiento de felicidad. Me ofreció su mano, y al cogerla, pude andar sobre las aguas. Lentamente paseamos hacia la lejanía de aquél océano hasta quedar justo debajo de la luna. Miré hacia arriba, la lunar parecía un gran foco que me cegaba. Me indicó que no mirara, que no me preocupara, que todo iría bien. entonces el desapareció. Yo seguí flotando en mitad de aquellas oscuras aguas, temiendo qué iba a pasarme, pero recordé su voz, y fue entonces cuando vi aquella luz, una luz roja carmesí que brillaba dentro de las aguas, cada vez que pestañeaba se acercaba un poco más, hasta que la tuve delante de mi. Era una mariposa. Se depositó en mi nariz, y se le cayeron las alas. Las conseguí recoger con mis manos. Eran de una textura como el terciopelo. De repente y sin poder hacer nada me envolvió un aura roja, que se cristalizó en una gran crisálida que se iba hundiendo entre las aguas a una velocidad vertiginosa, llenándose de agua. Para cuando choqué contra el suelo, el agua se congeló y quedé inmóvil.

¿Había muerto?

Volví a escuchar aquella voz tranquila de aquél hombre.

"La felicidad no se ve con un simple parpadeo de ojos, para ver aquello que realmente te da sentido, debes de dejar de ser persona para sentir tu propia conciencia. Investigar cada uno de tus errores para ponerles remedio, pedir perdón para borrar tu malestar y sentir fluir la vida dentro de ti. Eres tan bello como una egoísta mariposa que revolotea presumiendo de sus preciosas alas, pero de lo que no te das cuenta es que podrías aprovecharlas para llegar a donde no has podído llegar jamás. Tú eliges, vivir o vivir muerto".

Para cuando me desperté estaba tumbado y empapado en la orilla. Miré una última vez entre aquellas aguas y pude ver mi reflejo. Una luz dibujaba en mi espalda dos alas simétricas de color carmesí. Así que dije para mi mismo:

- Entonces no estoy muerto.