domingo, 18 de septiembre de 2011

Entonces llega lo inesperado
y eres tú frente a ti.
Porque vuelves a perderte
porque sigues siendo ese niño pequeño,
nada parecido a lo que realmente querrías ser.

Ves como el mundo empieza a tener una apariencia líquida,
lo que parece ser un rascacielos se convierte en un río,
los árboles se evaporan y se elevan para formar nubes.

Y todo, por lo general, es destruido y modificado en un mismo 
intento de seguir alcanzando algo.

Pretendes que todo se quede quieto,
que las cosas dejen de dar vueltas,
pero sabes que jamás tomarán esa postura.

Así que llega ese momento,
en el que intentas volver a reflejarte en el espejo
y llegar a entender lo que te ha pasado.

Porque sigues siendo ese niño cobarde 
con una estructura tan poco sólida como todo tu alrededor.
Con un corazón deformado que nadie podrá entender,
porque nadie quiere eso,
todo tiene que seguir fluyendo,
y tú pretendes ser el rey,
el que todo lo entienda.

Pero no sabes cómo empezar a decidir qué es lo correcto,
 Aceptar la realidad requiere esfuerzo,
demostrar que esas estructuras líquidas
tomarán nuevas realidades buenas o malas.

Y que tú seguirás luchando por levantarte del suelo
e imaginar que eres la luna. 
Cuando has estado en el sol
y has amado el universo, que no es más que la plenitud.

Así que, 
aunque ahora sea una mota pequeña de algo poco parecido a agua,
se que existe un pequeño atisbo de esperanza
y alguna reacción desencadenará algún tipo de regeneración
y entonces,
tal vez recuerde cual era mi cara.

Y sino ya inventaré alguna nueva.







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