He intentado matar al poeta,
lucho por ahogar su pasión
y de algún modo ella como siempre
me ha estrangulado a mi.
En ese inconsciente zarandeo
cuando la piel se volvió púrpura
pude ganar y verme sin pasión
pero no lograba respirar.
De algún modo esa rosa pútrida,
murió, con el único fin de renacer
convertida en una rosa con espinas,
con hermosa aroma, y esencial vigorosidad.
Nada queda por matar,
excepto aquello que trate de frenarla.